Por Shanu Sherwani, CIO Kneip Management / Partner Antwort Capital
El private equity está sentado sobre una bomba de liquidez. Las distribuciones de efectivo han caído a mínimos históricos, los inversores se impacientan y el impulso de la captación de fondos se ha frenado. A diferencia de crisis anteriores, este estrangulamiento no lo ha provocado una recesión ni un colapso financiero: es el resultado de un mercado atrapado entre valoraciones elevadas, salidas congeladas y una reticencia colectiva a vender.
Aun así, este momento no es solo una amenaza; es una prueba. Las firmas que saldrán reforzadas serán las que vuelvan a lo fundamental: creación de valor operativo, gestión disciplinada de la liquidez y transparencia con los inversores.
Un colapso histórico de las distribuciones
Según Bain & Company, las distribuciones a los limited partners (LP) cayeron en 2024 hasta apenas el 11 % del NAV (valor liquidativo), muy por debajo del 20–30 % que suele esperarse en un ciclo sano. En la práctica, esto alarga el horizonte de reciclaje del capital de cuatro a diez años. No veíamos niveles tan bajos desde 2008–09, en el punto álgido de la crisis financiera global.
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2022: 15 % de distribución sobre NAV
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2023: 12 %
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2024: 11 %
Si 2025 sigue la misma trayectoria, el sector encadenará cuatro años de illiquidez histórica, algo sin precedentes en el private equity moderno.
El problema del “backlog”
Los carteras de buyout albergan hoy unas 30.000 compañías por un valor de 3,6 billones de USD, y la mitad llevan en cartera más de cinco años. Para ponerlo en contexto, todos los buyouts cerrados en 2024 a nivel mundial sumaron ~600.000 millones de USD. Desatascar el backlog actual requeriría años de actividad robusta en salidas, incluso sin añadir nuevos deals.
Muchos GPs dudan en vender por debajo de sus valoraciones objetivo y prefieren esperar mejores mercados. Tras la GFC esa paciencia funcionó cuando los múltiplos repuntaron; pero con tipos más altos hoy, una recuperación similar es menos probable. Para restaurar la liquidez, los gestores sólidos deberán liderar salidas disciplinadas, aunque los precios resulten incómodos.
El fundraising acusa la tensión
Las consecuencias ya se ven. La captación de fondos de buyout cayó un 25 % en 2024, y a inicios de 2025 ningún fondo >5.000 millones USD se cerró en el 1T —algo raro en los últimos años. Sin distribuciones, los LP dudan en hacer re-ups. Sin re-ups, los GPs posponen aún más las salidas.
Los que siguen atrayendo capital son quienes comunican con claridad, fijan expectativas realistas y muestran avances operativos tangibles en sus carteras. La liquidez escasea, pero la transparencia genera confianza —y la confianza impulsa los compromisos.
Canales de salida bloqueados
Las vías tradicionales siguen constreñidas:
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Las OPV/IPO están mayormente cerradas.
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Los compradores estratégicos están cautelosos.
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Los deals sponsor-to-sponsor están activos, pero lastran las brechas de valoración.
Para crear liquidez, los GPs recurren cada vez más a fondos de continuación, ventas parciales y transacciones secundarias. Son herramientas legítimas —siempre que se usen con buena gobernanza, alineación y un foco genuino en el resultado para el inversor.
Secundarios: ¿descuento u oportunidad?
Los mercados secundarios parecen bien posicionados para beneficiarse de la sequía de liquidez. Los LP venden participaciones con descuentos, mientras los GPs crean vehículos de continuación. Pero la clave es si los NAV actuales reflejan la realidad. Un 20 % de descuento sobre un NAV inflado no es una ganga: es una ilusión.
Para los LP, la selección de gestores nunca fue tan crítica. Los mejores gestores de secundarios no son solo cazadores de gangas; invierten con disciplina, distinguen el valor real de la espuma, apoyan activamente a las participadas y usan las herramientas de liquidez con responsabilidad.
Fondos de continuación: ¿herramienta o fricción?
Los fondos de continuación nacieron para prolongar la vida de activos de alto rendimiento. En su mejor versión, permiten a un GP vender una compañía probada de un fondo a otro, creando un evento de liquidez para los LP existentes y nuevo potencial para quienes permanecen o reinvierten.
Cuando se estructuran con distancia de mercado (arm’s length), descubrimiento real de precio y gobernanza clara, pueden servir bien a los inversores. Si, en cambio, se usan para almacenar compañías difíciles de vender o posponer la realidad, corren el riesgo de convertirse en un símbolo de ingeniería financiera. Los buenos GPs conocen la diferencia: usan la herramienta para desbloquear valor, no para disfrazar la illiquidez.
El auge de los family offices y los inversores privados
Los family offices y los inversores privados son la nueva frontera del fundraising en private equity. UBS señala que los family offices ya asignan casi el 20 % de sus carteras a PE, mientras que Preqin estima que la riqueza privada podría representar el 30 % de la recaudación en alternativos para 2030.
Muchos proceden de patrimonio emprendedor y traen mentalidad de constructor de negocios. Se profesionalizan: contratan equipos internos de inversión, exigen reporting de nivel institucional y buscan más control mediante secundarios, co-inversiones y deals directos.
Para los GPs, esto es oportunidad y reto: los family offices son flexibles, pero selectivos. Valoran alineación, transparencia y claridad sobre los plazos de liquidez. Quienes vuelvan a lo básico —valor operativo, reciclaje disciplinado del capital y comunicación clara— ganarán su confianza.
Comparativa con alternativas más líquidas
La escasez de liquidez empuja a los LP a comparar más directamente los retornos del PE con bolsa, hedge funds y private credit —clases que permiten redeploy más rápido. La liquidez se lleva la atención, pero la ventaja del PE nunca fue la velocidad; es la capacidad de control e influencia para transformar compañías en el tiempo.
Los mejores GPs asumen esa diferencia y se re-enfocan en la mejora operativa “hands-on”, una gestión más inteligente de costes y una creación de valor que no dependa de la expansión de múltiplos. Son quienes pueden justificar la illiquidez generando alfa real.
El camino a seguir
El private equity ha superado crisis antes —y cada vez el sector evolucionó. La actual tensión de liquidez no es distinta. Prosperarán los fondos que la encaren de frente, acepten las realidades de mercado y construyan estrategias de liquidez genuinas, en lugar de atajos financieros.
La “bomba de liquidez” no destruirá el private equity —pero sí expondrá la diferencia entre gestores que dilatan y gestores que entregan. Al final, este periodo puede ser un reset: premiará a los GPs que vuelvan a los fundamentales y reafirmará por qué los mejores inversores permanecen en esta clase de activo a largo plazo.

